Bruno, el perro que ladraba a todos los perros en la calle.
Hoy presentamos la historia de Bruno, un mestizo adolescente que se excitaba mucho y ladraba a otros perros en la calle.
Su dueño Jorge nos pidió ayuda porque en los últimos meses Bruno cambió su carácter, ladraba a todos los perros en la calle y se peleaba en el pipi can.
“Antes siempre íbamos al pipi can a jugar para que se cansase y se relacionase con otros perros. ¡Lo pasaba genial corriendo y jugando a lo loco, así gastaba energía! Llegaba a casa reventado y no había perro en toda la tarde.
Pero ahora ya no lo puedo llevar al pipi can porque a menudo acaba peleándose con otros machos y allí ya no somos bienvenidos. Y los paseos son un estrés porque se pone histérico y ladra a otros perros que encuentra por la calle.
He tenido que desarrollar un radar para detectar a los perros en la calle y esquivarlos a tiempo. He dejado de disfrutar de mi perro. Incluso contraté un adiestrador canino a domicilio, pero no he visto resultados, lo único que hacíamos era darle salchicha cuando venían otros perros, pero claro, ¡si no hay salchicha de por medio, Bruno sigue ladrando!”
¿Qué pasó?
Jorge cayó en la ”trampa del pipi can”: quería socializar bien a su cachorro, lo llevaba desde pequeño al parque para que tuviese contacto con otros perros, pero lo que hacía no era una socialización equilibrada.
Socializar al cachorro no significa exponerlo a situaciones de máxima intensidad con toda clase de perros que haya en el barrio.
Un pipi can es un ambiente sin filtro, donde hay de todo: perros que son tranquilos y juegan bien, los que no les gusta jugar y van a la suya; y los típicos “perros gamberros” que juegan a lo bruto sin parar, hacen bullying a otros perros y los persiguen como si fueran un conejo.
Y estos últimos son los que generalmente lideran los “juegos”.
Juegan sin parar, sin ningún control, sin que nadie les pare ni les obligue a calmarse, porque sus dueños les permiten hacerlo para que “se desahoguen” y gasten energía.
Un cachorro aprende las habilidades sociales y emocionales a base de experiencias, y si estas son jugar con otros perros cada día con máxima intensidad y excitación, sin parar y sin control, esta será su forma de relacionarse con ellos en el futuro y estas serán las emociones que acompañarán estos encuentros.
Y cuando ese cachorro se convierta en adolescente, subirá la intensidad de sus reacciones y estas se juntarán con la impulsividad tan típica en esta edad, de ahí a histeria y descontrol al ver a otros perros solo hay un paso.
Y es lo que pasó con Bruno: de pequeño aprendió que estar con otros perros significa excitarse al máximo y al convertirse en un adolescente, esta excitación se agrandó tanto, que no fue capaz de gestionarla de otra manera que no fuese ladrando a otros perros.
¿Qué hicimos?
En el Programa para perros adolescentes trabajamos juntos con Bruno y Jorge durante 8 semanas y logramos equilibrar sus emociones durante los paseos.
Aprendió a gestionar mejor su excitación, a controlarse más y a relacionarse con otros perros de manera más tranquila. Y, un gran logro, aprendió que estar con otros perros no necesariamente significa INTERACCIONAR con ellos, que se puede estar con ellos, pero sin TENER QUE jugar o relacionarse.
Ahora puede disfrutar de estar con ellos, pero sin exceso de excitación y siempre estando pendiente de Jorge, quien ahora es el centro de su atención.
Los juegos locos y ladrar a otros perros cuando pasea desaparecieron del horizonte.
Y Jorge se convirtió en un Guía Competente de su perro, ahora ya lo comprende en profundidad y sabe cómo conseguir su mejor comportamiento, cómo motivarle y cómo comunicarse con él.
¡Por fin los dos empezaron a disfrutar de los paseos juntos!